l sentido común puede llevar a las personas a pensar que cuando una víctima es rescatada, ésta se sentirá agradecida y recibirá el apoyo que se le ofrezca, pero la dinámica de los ciberdelitos sexuales hace que suceda exactamente lo contrario.
Antes de ser captada, es posible que la víctima se encontrara en contextos de violencia, abandono o sin opciones de trabajo, estudio o incluso sin personas cercanas que le cuidaran y protegieran. El enganche de la víctima se consolida porque quienes abusan y explotan de ellas les prometen trabajo bien remunerados, viajes y escenarios que difícilmente alguien en contextos de especial vulnerabilidad rechazarían.
El inicio del enganche con frecuencia incluye una relación amorosa, en la que por medio de engaños, le hacen creer que construirán como pareja un proyecto futuro, la cuidarán y protegerán, lejos de la familia y/o conocidos.
El paso que sigue en la dinámica de captación es el traslado y aislamiento. Quienes explotan aíslan a las víctimas, separándolas de personas y contextos conocidos, mientras crean fuertes lazos con las personas que les captaron y las demás víctimas con las que por lo general, conviven.
El aislamiento propicia que dependan por completo de este grupo de personas (tanto material como emocionalmente). La dependencia es reforzada muchas veces con el consumo de drogas y la consecuente necesidad de recurrir a quienes se las proveen, sumando la dependencia física a las sustancias, a la emocional y la material.
La dinámica que construyen quienes cometen este tipo de ciberdelitos sexuales fortalecen los vínculos de las víctimas dentro del círculo de explotación y a la vez las marginan de otros grupos. El grupo de explotación y abuso se convierte en el único grupo de identidad y el único referente conocido por las víctimas. En algunos casos, aún cuando las víctimas no estén bajo encierro permanente, no cuentan con la posibilidad de recurrir y confiar en nadie más que en sus victimarios y en las otras víctimas.
La dependencia respecto del grupo de explotación y el aislamiento respecto de otros grupos de su edad, se refuerza con el estigma social que recae sobre las víctimas; suelen ser rechazadas por pares que no han vivido las mismas experiencias que ellas, y por lo tanto, no les comprenden, y también por adultos quienes con frecuencia desconocen las dinámicas de captación y asumen que están allí por elección.
El círculo de atrapamiento se cierra, por último, en que las víctimas no se perciben como tales, sino como alguien valioso y protegido en ese grupo, en el que trabaja y gana dinero (realidades que probablemente la víctima no vivía en la situación de vulneración de derechos anterior a la captación). Y al mismo tiempo, es altamente frecuente que perciban al grupo de victimarios y otras víctimas, como su única alternativa. Perderlos, por lo tanto, equivale a no lograr sobrevivir.
Estas dinámicas se esclarecen si se logra comprender que las víctimas han sido objeto de una doble victimización:
- Aquella que vivían antes de la captación (en contextos de violencia social, comunitaria, familiar; de pobreza estructural, de falta de alternativas y recursos, de poco acceso a la educación, recreación, salud, etc.) en los que se les vulneraban múltiples derechos.
- La victimización que deviene del delito propiamente dicha.
En este escenario de doble vulnerabilidad, es que algunas de las conductas que las víctimas muestran, son contrarias al sentido común. El descubrimiento de redes de explotación y abuso es recibido por las víctimas como despojo de su grupo de pertenencia, lo que genera angustia, temor y enojo en lugar de alivio. La angustia, temor y enojo se sostienen en que, realmente, no tienen otras personas a quienes recurrir y, por lo tanto, la llevarán a querer recuperar el contacto con el grupo y regresar a él lo antes posible. Esta necesidad de recuperar su grupo de pertenencia permanecerá activa hasta que la víctima cuente con nuevos grupos de pertenencia a los cuales pueda acudir y en quienes pueda confiar.
Además de querer regresar con el grupo al que pertenecía, las víctimas no lograrán percibir que quien les captó, les hacía daño y cometía un delito contra ellas. Por el contrario, las víctimas les defenderán como alguien que les quiere y les cuida.
En resumen:
- La víctima de explotación y abuso sexual no logrará por sí misma percibir lo sucedido como un delito cometido en su contra.
- Manifestará deseos de regresar con quienes le captaron.
- El grupo de pares con el que estaba, es el único con el que cuenta y con el que se siente identificadas (por haber vivido las mismas circunstancias), por lo que querrá continuar la vida con esas personas
- Regresará con el grupo al que pertenecía si no se le ofrecen contextos alternativos en los que encuentre experiencias que contrarresten aquellas que vulneraban sus derechos antes y durante la situación de abuso y explotación sexual.
- No querrá contar nada sobre lo sucedido, porque hacerlo implicaría dañar a su victimario.